8.28.2006

Post auto referente... como todos.

Han rellenado el lago de Chapultepec y han cuidado incluso los detalles más mínimos, lograron que su tonalidad sea la de antes. Lo digo porque, aun cuando el agua que ahora lo compone es "nueva", sigo sin ganas de echarme a nadar en él.

Será que a veces no hay poder humano que logre convencernos de ciertas cosas. Ejemplos sobran, ciertos tipos de comida, géneros cinematográficos o, mi favorito, dejar de elegir aquello que invariablemente complicará más las cosas.

Uno no puede sino rendirse ante el encanto de ciertas cosas si creció haciendo caso omiso a las advertencias porque en muchos casos éstas sencillamente no sirven. Ejemplo: "No toques eso o te quemas" cuando lo que uno quiere es quemarse para saber lo que es quemarse y no, no se trata de querer precisamente aquello que supuestamente no se puede o debe querer, se trata, en todo caso, del humilde reconocimiento de la propia estupidéz y la incapacidad para aprender de otra forma que no sea el modelo "ensayo-error". Ahora mismo estoy cometiendo uno de los mejores errores de mi vida y eso es decir mucho.

Dicho lo anterior quisiera saber si el usuario anónimo sigue creyendo que la información que proveo es útil o si la "idea" detrás del blog le sigue pareciendo buena... ¡¿En qué diablos estaban pensando los que iniciaron esos mensajes automáticos?!

8.10.2006

Nuevo parque de diversiones

No habrá entre nosotros ninguno que pueda alegar su inocencia a la hora de quejarse de los problemas que aquejan a la gente y el sitio dónde vive. Ahora se habla de las inconveniencias o beneficios que trae la creación arbitraria de un territorio autónomo en nuestra ciudad y cabe notar que tanto quienes apoyan o rechazan dichas actividades se refieren a su resultado como un estado de sitio equiparado.

Pero no seámos tan frívolos o ingenuos como para utilizar el nombre que escuchamos en los medios, llamarla resistencia civil pacífica no la hace ni resistencia en términos de rebeldía ni civil en términos de participación cuidadana ni pacífica en términos distintos al llano cinismo. Si la ciudad está sitiada no es porque algunas de sus calles dejaran de servir su propósito original, o sea, la neurosis organizada de los cuidadanos a bordo de un vehículo o medio de transporte, sino porque todos la hemos sitiado bajo pretexto de nuestras actividaes diarias. Entre ellas encontraremos que una de las más inconvenientes es, sin duda, el romance.

¿Quién puede decir sin empacho que jamás se ha besado en la calle de la misma forma en que lo haría si le quedaran minutos de vida a bordo de un avión que va en picada? O ¿quién no ha mirado con estupefacción el rostro de la persona amada mientras el mundo que hasta hace horas le preocupaba deja de ser relevante?

Todos hemos sido alguna vez ese espectro terrible que deambula las calles con una gran sonrisa mientras toma la mano de otro espectro y todos hemos escuchado con oídos sordos las quejas, típicamente sarcásticas, del resto de la población sin prestar interés porque uno jamás se había sentido tan vivo.

Una ciudad asediada por personas que deciden pasar tiempo juntas puede resistir cualquier resistencia. La creación del territorio autónomo de pejelandia parece más una zona desmilitarizada, nadie ve el elefante en la sala porque, por distintas razones, para a algunos de nosotros es irrelevante y más temporal que las promesas de amor eterno de los adolescentes, espectrales o no.