3.21.2007

Nunca más

Hace poco más de un año que comencé a escribir aquí corriendo el riesgo de ser leído. Hace un año que comencé a hablar sólo de palabras porque algo me devolvió en toda su dimensión y fuerza la palabra "Nunca".

"Nunca más". Slogan, o incluso una afirmación de identidad. Para mí, hace un año fue enfrentar algo que dejé de hacer y a lo que tuve que renunciar en un instante. Cobardía o pereza, da lo mismo. Pero son situaciones en las que las que enfrentamos dimensiones que no sospechábamos sobre el lenguaje, así, palabras que normalmente se suceden una a otra sin mayor nota alcanzan su punto más algido después de años de permanecer atrofiadas con el significado que aparece en el diccionario y el sentido de la conversación coloquial.

No es que el cambio haya comenzado hace un año, es que sólo desde hace un año lo he documentado aquí y hoy puedo decir que algunas palabras poseen un sabor distinto y que simples palabras sí pueden cambiar una vida o pueden darnos el valor necesario para hacerlo. Alguno sabrá cuáles son.

Ahora, he de reconocer avergonzadamente que una de las canciones favoritas de mi madre aparece en mi lista de más escuchadas.

Porque te quiero a ti,

porque te quiero,

cerré mi puerta una mañana y eché a andar.

Porque te quiero a ti,

porque te quiero,

dejé los montes y me vine al mar.

Tu nombre me sabe a yerba

de la que nace en el valle a golpes de sol y de agua.

Tu nombre me lleva atado

en un pliego de tu talle

y en el bies de tu enagua.

Porque te quiero a ti,

porque te quiero,

aunque estás lejos

yo te siento a flor de piel.

Porque te quiero a ti,

porque te quiero,

se hace más corto el camino aquél.

Tu nombre me sabe a yerba

de la que nace en el valle a golpes de sol y de agua.

Tu nombre me lleva atado

en un pliegue de tu talle

y en el bies de tu enagua.

Porque te quiero a ti,

porque te quiero,

mi voz se rompe como el cielo al clarear.

Porque te quiero a ti,

porque te quiero,

dejé los montes y me vine al mar.