6.28.2006

Sólo para actualizar el blog

Leyéndo el par de blogs que forman parte de mi rutina por internet encontré entradas que hacían referencia a música de años atrás, música que, por otra parte, era criticada por su "calidad". No lo he dicho aquí, pero siempre he pensado que hay que desconfiar de aquéllos que dicen haber tenido siempre un gusto musical exquisito.

Nada más odioso que una persona que pretende alcanzar autoridad discursiva por decir que a sus 15 años sólo escuchaba música considerada buena. Claro que todos conocimos buena música a esa edad, pero, si somos completamente sinceros, todos tenemos también nuestros pequeños pecados. Por mi parte reconozco que, con suficiente cantidad de embarazo, el brit pop ochentero sonaba mucho más de lo que un placer culpable amerita.

Habrá entre nuestros familiares y amigos quienes no hayan abandonado jamás esa época y sigan disfrutando de la música que ya no suena en nuestras casas. Para ellos sigue teniendo las cosas que gustaban de una canción ¿Cómo culparlos? El pop no miente. Puede ser que se ocupe de asuntos que nos parecen triviales, que los arreglos suenen demasiado preproducidos o carentes de genialidad, que su mercado sean los clubes nocturnos que no frecuentamos y que, para ser breves, sencillamente no nos guste, pero el pop no miente o no dice nada y eso es más de lo que podemos decir de muchos.

6.23.2006

Hoy.

Mi abuelo al hablar de las arrugas en su rostro decía: "el tiempo no pasa, se queda". Jamás consideré discutir con él si tenía razón o no, el viejo siempre la tenía, entonces no comprendía todo lo que su frase podía encerrar porque hablaban los años que llevaba a cuestas, años que yo apenas empezaba a cargar.

En cada uno de los pliegues de su rostro había una historia, pero nunca estaban todas presentes. Cuando sonreía aparecían algunas, cuando enfurecía otras y cuando cerró los ojos por última vez supe que había muchas más de las que imaginaba, sonreía y con él se fueron todas.

Hoy sigo creyendo que tenía razón, pero tengo que hacer mía su frase. Creo que, para ser más precisos, el tiempo se esparce. A veces fluye, ora se detiene. A veces decir "ahora" es hablar de una vida entera. A veces todos los días parecen unirse en uno solo. Así, sin conocimiento alguno de física, comprueba uno que el tiempo es relativo y que la realidad se compone de una delgada tela hilada que hace imposible separar al espacio del tiempo. Una simple idea se esparce entre cuatro paredes hasta ocupar todo el cuarto y no importa si se duerme o se sale de casa, nada interrumpe su estancia; permanecerá hasta que sea hora de que comience a perseguirnos, a aparecer a la vuelta de una esquina, en el coche, etc. El tiempo, por fatal o inmisericorde que sea, dejará de transcurrir, permanecerá fijo, aún cuando cambien las horas o se sucedan los días. Entonces la idea se revela, se rebela.

Hoy el tiempo desapareció al doblar una esquina. Desapareció por siempre. Se confundió con un sueño. Un deseo. Un encuentro. Hoy comenzó hace ya un par de semanas y apenas está terminando. El aquí permanece insondable. El ahora pernocta una noche más.

Si alguno me dijera que el final de Hoy atestiguará que nada puede durar por siempre. Que el tiempo siempre vuelve sin que tengamos que ir a buscarle o bien que nunca se fue de verdad. Diré que tienen razón, pero erraron la forma que tienen de mirar.

6.13.2006

Del fin del mundo

El mundo no acabó en 06/06/06. Como probablemente no acabará en ninguna otra fecha profetizada por códigos bíblicos, franceses intoxicados y etcéteras. Porque, al menos en algunos casos, quienes anunciaban tales cosas en realidad querían decir otra cosa. Un ejemplo: según me dijeron la interpretación de catecismo del apocalipsis no es más que un replanteamiento de un acontecimiento histórico, la caída del imperio romano. Me dijeron también que probablemente había sido escrito una vez que había sucedido, que los textos apocalípticos estaban de moda y que servian como una especie de técnica propagandística heredada de la tradición judía y que otro juan era quien había escogido dicho estilo para darnos un mensaje de fe.

Puede ser que el mundo haya empezado a acabarse, lo digo así para que usted mi único lector, lo interprete como bien le venga en gana. Porque a fin de cuentas uno lee precisamente aquéllo que quiere escuchar. Aquéllos que quieran leer profecías las encontrarán incluso en el código civil. Así que ahora que estamos siendo bombardeados de campañas políticas que han durado demasiado, por pasiones deportivas y por deberes morales no queda sino preguntarse ¿A mí qué más me da? O bien ¿Qué diablos quieren que entienda o qué diablos entiendo de todo esto?

Eso de la participación ciudadana se encuadra en un dilema insoluble de legalidad-legitimidad contra efectividad y poder. La representación privada y mandatoria contra la representación nacional y responsable. El gobierno justo que se asemeja a la ciudad de dios o a la manifestación terrenal-temporal de la idea contra el gobierno efectivo en manos de quienes desean tanto el poder como para hacerse de él. ¿Por qué me ponen a mí en sus discursos? ¿Por qué me dicen que calle si no voto? ¿Debo callar también si lo anulo? Será porque tácitament me hacen renunciar a los dos únicos derechos que no se incluyeron en la su famosa declaración: El derecho al desorden y el derecho a marcharme.

No hablaré de ingenuidad porque mi reclamo es decididamente ingenuo. Entiendo que ambos derechos no tienen cabida en un modelo que se compone precisamente del orden y la comunidad. ¡Pero qué descaro el de éstos! Representantes que ni representan en el sentido europeo continental ni rinden cuentas en el sentido americano-inglés y además dicen que la causa eficiente de todo este asunto soy yo.

Por eso, cada que escucho o veo un comercial, una pancarta, un debate o cualquier otra forma de "presentación de plataforma política-programas de captación de voto" lo único que puedo escuchar son insultos proferidos en mi contra. Veré el futbol y votaré anque no sea patriota porque acepto lo cómico aun cuando es a costa propia, sólo queda abrazar la ironía.

Si alguien posee información que certifique la autenticidad de cualquier profecía apocalíptica hágame llegar la invitación a su fiesta, si no hay bacanal no tiene el único atractivo de lo místico: el exceso.

6.02.2006

En un lugar llamado...

Supongamos por un momento que grandes corporaciones internacionales crearan un medicamento que nos hiciera más felices a todos. Luego, un grupo de grandes pensadores filósofos o estadístas da igual, opina que debería ser repartido voluntariamente. Su producción y reparto serían subsidiados por distintos organismos internacionales en coordinación con los centros de salud locales.

¿Qué opiniones empezarían a inundar los medios? Primero aparecería la reacción, gente diciendo que la felicidad no puede meterse en una pastilla, que la felicidad no puede ser sólo un estado químico producido por el efecto que ciertas glándulas y sus secreciones tienen en nuestro organismo. Habrá quien incluso llegue a decir que es un estado del alma y que cualquier otro intento es una clarísima e inaceptable aberración.

Por otro lado aparecerían los que, llenos de ilusión, imaginarían a un mundo en el que al fin la gente pueda decidir cada mañana si quiere o no ser feliz. Sería una gran victoria para los erradicadores de males, no han vencido a la pobreza pero ¿qué tal si vencieran la infelicidad?

Pues,¿quién no lo querría? Es más, habría incluso partidarios de la idea de obligar al resto de los hombres a ser felices, quizá al estilo de aquéllos que querían obligar a los hombres a ser libres.

Pero como siempre, habrá quienes levanten la ceja y comiencen a mirar que las posibilidades van desde quitarle la "u" a la palabra "utopía" hasta la revolución del felicidad y la imposición de su dictadura. Serás felíz, quieras o no.

Transformarían la idea de satisfacción hasta la de ocultarla en el diccionario y retirarnos a los cínicos amargados la prerrogativa de la queja y le inconformidad. Pero ¿Qué pasaría si todos fueramos felices todo el tiempo? Aprovechando la felíz distracción, reinventaríamos la miseria

Algún terapeuta dirá que lo que digo es un signo de alguna patología psicológica, pero consideremos esto ¿Quién tendría deseos de hacer algo si ya es felíz? ¿Quién pondría atención en sus necesidades si de su satisfacción no depende su bienestar emocional? No habría nadie buscando respuestas, no habría nadie proveyendo respuestas. No habría derecho al desorden ni a marcharse. Si el prozac acabó convirtiendo el existencialismo en una moda qué haría semejante pastillita en un mundo que empieza a considerar que los índices como el PIB deberían incluír una medición de bienestar. Perderíamos la oportunidad de llamar trágicos a los acontecimientos y regresaríamos a llamarlos símplemente irónicos -mira, permanece en una situación deplorable, pero es feliz- -No posee los medios para salir de su situación, no tiene educación ni salud ni dinero, pero no está resignado, es felíz- -Africa es miserablemente felíz.

Al menos nos desharíamos del mito del progreso y la gente permanecería más tiempo en silencio o terminaríamos sonrientes en un masivo paro cardiaco tras comprender la grandiosidad de la comedia humana.