5.21.2007

Los amigos sinceros

No hay quizá nada terrible en un día normal, de ahí su calificativo. Pero quizá los días normales son los más terribles porque a menudo, durante esos días normales, la propia existencia es imperceptible a no ser por un movimiento brusco o un torcedura de pié. Hace falta vocación; según recuerdo así le llamaban algunos maestros de escuela a aquéllo que nos mantenía funcionando sin necesidad de detenerse a pensar, para esos días en los que no había razones o torceduras de pies.

Las razones y las pesadillas suenan igual en una cabeza que parece sufrir de un autismo no diagnosticado, porque ambas apuntan a lo mismo, a las verdades que uno senciallamente sabe. "El tiempo sin ti es difícil". No se dice más, no se sacan conclusiones ni significados, sólo se sabe sin pensar que eso, así de sencillo y básico, es más de lo que uno creía posible, especialmente si se considera que es la expresión más sencilla de todas las que rondan en la cabeza.

Se torna de nuevo a los amigos sinceros, mas no para preguntar, sino para compartir un poco de esta dulce miseria con ellos: el descubrimiento de una verdad. Su respuesta es siempre enigmática, pero es de esas que dejan un sordo silencio y de las que uno no puede asegurar a ciencia cierta si son respuesta o nuevas preguntas.

Nada, ciertamente, es más terrible. ¡Qué irrisrias deberían parecernos la imágenes del infierno en los pórticos de las iglesias! El infierno es la idea amortiguada que Dios nos da involuntariamente de sí mismo. Pero a escala de la pérdida ilimitada, estamos de nuevo ante el triunfo del ser -que nunca pudo concordar con el movimiento que pretendía hacerlo perecedero. El ser se invita a sí mismo a la terrible danza cuyo ritmo sincopado es el desfallecimiento, que debemos aceptar como tal, conociendo solamente el horror con el que se asocia. Si nos falla el corazón, no hay nada más torutante. Y nunca faltara el momento de la tortura: ¿cómo, si nos faltara, superarlo? Pero el ser abierto sin reserva - a la muerte, al suplicio, al gozo-, el ser abierto y en trance de muerte, dolorido y feliz, ya asoma en su luz velada: esta luz es divina. Y el grito que, con la boca torcida, este ser, ¿en vano?, quiere hacer oír es un inmenso aluelya, perdido en un silencio sin fin.

Todo sigue, todo va hacia su mejor fin, porque hay que pelear en el contrasentido, en el sentido, en los días normales y los extraños. Porque "imposible" dejó de ser una maldición y "posible" no es más una promesa, sólo afirma que somos movimiento del sinsentido y que hay quienes creen que lo mejor es que no podría ser de otra forma.