9.22.2006

"Entrecomillado"

Hay entre nuestros conocidos quienes tienen facilidad de palabra. Hay quienes incluso entienden el lenguaje que hablan. Para el resto de nosotros quedan las comillas.

Cada que una idea en nosotros se reconoce enunciada por otra persona aprovechamos las palabras ajenas y, con sólo dos signos de puntuación, nos desembarazamos de nuestra falta de elocuencia o de talento.

Las comillas nos persiguen más allá de la palabra escrita. Nada hay más molesto que presenciar a alguien levantando ambos brazos, usar dos dedos de cada mano y asentir con el cuerpo cada sílaba de la frase que, "entre comillas", dicen. Pero si somos justos habremos de aceptar que esto de hablar es un asunto bien complicado, las palabras poseen significados y sentidos distintos y las comillas son más fáciles de usar que, digamos, una perífrasis verbal.

Escuchamos el tono irónico con el que la gente se expresa y es como si pudiéramos ver las comillas salir de su boca y posarse al lado de las palabras que enuncia: "amigo", "comida", "etc". Pero la atrofia del verbo alcanza sus mayores cimas en las indirectas, en lo que se dice en voz baja o cuando queremos dar a entender lo contrario. Entonces, las comillas, igual que la "H" enmudecen, pero permanecen ahí casi imperceptibles y con la arrogancia autosuficiente del único vehículo que sirve para decir algo sin decirlo. Agradecidos a éllas las reconocemos incluso en las lápidas, en las bodas y en los nacimientos. Porque no podemos hablar de esos momentos de los que no son testigos sin verlas escritas resignificando nuestra memoria, ese primer "te extraño", "te amo" y "qué perra suerte".

9.06.2006

Vigésima entrada.

Se buscan dos horas que perdí hoy por la tarde. El último lugar donde las ví fue en periférico, a bordo de un auto entre Avenida Toluca y el Papalote Museo del Niño.

Según el estudio de Origen-Destino de 1994 (INEGI), en la Ciudad de México se registran aproximadamente 23,573,725 viajes/persona/día. Las tres zonas que reciben más viajes destinados a ir al trabajo son: Zócalo, Zona Rosa y Chapultepec.

Esto puede ser resultado de que los mercados de empleo formal se concentran en las zonas centrales y, asimismo, que las zonas que generan más viajes para ir al trabajo se encuentran en la periferia.

Sumemos a la deficiente distribución de los mercados de trabajo la reciente creación de nuevas zonas de moda como Santa Fe, el aumento en el parque vehicular, el hecho de que el I.Q. del conductor promedio es soluble al agua de lluvia y los bloqueos tendremos una bonita tarde de martes enteramente desperdiciada en el tránsito.

Añadamos algo más a la mezcla, el conductor solitario parece ser el único tipo de conductor. ¡Incluso los taxistas prefieren ir sólos en su unidad! Así pues, en solitario, le dan ganas a uno de convertirse en genocida o poner atención a los demás; las siguientes anotaciones no llevan a ningún nuevo conocimiento científico, pero sí son dignas de mencionarse:

a) Uno de cada diez conductores solitarios se mete el dedo a la nariz cuando cree que no es visto;

b) En los vehículos en los que viajan al menos dos personas de sexo distinto es el hombre quien por lo regular maneja;

c) Cuando en el caso anterior sea la mujer quien maneja el vehículo, el hombre por lo regular fuma;

d) Uno de cada 3 condutores solitarios que cante mientras maneja dejará de hacerlo si sabe que es observado;

e) Casi todo vehículo con la luz direccional encendida no la usa para cambiar de carril sino porque olvidó quitarla desde hace, al menos, dos minutos;

f) La mayoría de los conductores de servicio público de transporte opina que los carriles y señalizaciones son, en el mejor de los casos, sugerencias, y

g) El segundo piso del periférico sólo sirve para llegar más rápido al ineludible congestionamiento vial.