7.25.2009

Tarde lluviosa

Una tarde lluviosa cualquiera hace que los espíritus así dispuestos recarguen la frente sobre alguna ventana y den rienda suelta a las contradicciones de su melancólico malestar. Otra cosa muy distinta es la de ser asaltado por una persona que dice dedicarse a la poesía e insiste, a pesar de haber sido rechazado por los medios impresos, en hacerle saber al mundo sobre sus penas sin saber que al así hacerlo le hace más penosa la vida a los demás.

Eso de comunicar conclusiones terribles está bien para los intelectuales de libro bajo el brazo o para los filósofos de banqueta, quiénes únicamente hacen víctima de sus necedades a quienes desean o no pueden evitar escucharlos; parangón del civismo son aquellos quienes logran guardar para sí las íntimas contrariedades que aquejan su existencia. Caso distinto de los poetas de semáforo, estos imprimen sus líneas y las distribuyen a cambio de un par de monedas compitiendo por un segmento del mercado del entretenimiento vial, hasta ahora dominado por mimos, payasitos y limpiavidrios -quienes hacen las veces de maestros de ceremonias, creyendo que dar un poco de poesía al mundo le hace bien a la gente.

Uno no puede sino detenerse a reír ante la ironía de todo esto, a pensar en lo grotesco de su imagen o a observar cómo es que sus sacos gastados y su piel marchita se van haciendo una sóla cosa. Pero su anhelo estético no es el de los dragones o mitos, no, sinceramente desean una realidad más parecida a la poesía que admiran pero son incapaces de crear y al intentar romper la barrera que separa esos dos mundos, acaban convirtiéndose precisamente en aquéllo que los oprime: espectros que pronuncian exageraciones, que hacen del ambiente un lugar en el que difícilmente se puede respirar, renunciando para siempre a la condición ineludible del poeta, de un ser que "ve".

Confío en que las leyes del mercado hagan lo suyo, pero espero que la razón le haga ver al poeta que hay otras cosas que pueden ayudarle más a lograr lo que quiere.

7.02.2009

Años mas tarde

Regreso aquí igual que el vagabundo a la banqueta. Todavía no he decidido borrar entradas, no he decidido tampoco publicar todas las entradas que siguen siendo borradores. Sólo he decidido volver.

Escucho nueva música y veo nuevas cosas, pero el pasto mojado sigue siendo hipnótico y los adoquines rotos todavía guardan mis secretos entre sus grietas. Sé que hoy se parte el año a la mitad y que estoy también a la mitad de algo.